viernes, 27 de noviembre de 2009

Pequeña cirugía diurna

Los cables de los audífonos cuelgan del bolso como si fueran tripas salientes y la música actúa como sangre caliente brotando de ellas.

La cámara fotográfica es un hígado que se descuelga al lado de un páncreas blanco que lee formato MP3.

Yo, hecha un solo de vergüenza al tener la panza abierta dejando asomar mis órganos vitales, lo más íntimo, tan íntimo que ni tu amante los puede ver.

Fumo un cigarrillo para pasar el rato, mientras un hombre de mediana edad me habla por hablar y me cuenta cosas que no le interesan a él ni a mi. Porque yo estaba preocupada de no coger una infección en una herida abierta. En una herida abierta que deja fluir la música de mis vísceras.

Se acabó el cigarrillo y él se retira derrotado. Me escondo tras la puerta de vidrio y me pongo a coser la piel. La aguja era una espina de guadua de guardé por siacaso.
Y el hilo no era otro que un cabello.
La música cambiaba a medida que la herida se iba cerrando: Sigur Ros, Magnetic Fields, José José, Nick Cave, Los Suaves para terminar con "...it´s gonna be a glooooorious day (...) pull me out of the aircrash..." de RadioHead. La herida estaba muy bien cosida. El color del pelo se camuflaba con mi piel.

Todo quedó en su sitio. Salgo contenta al pasillo, saludo al tombo, palpo la herida, está bien, bajo las escaleras, tomo el otro pasillo, leo los carteles, voy a la cafetería, tomo un HIT de mora de 700 pesos, veo a la gente, de pronto ¡RAAAAAAAAAG! se abrió la herida. Aunque ahora no me da vergüenza. No hay nada mejor que sentir en la sangre a Radiohead.

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